domingo, 8 de abril de 2012

FORO: TERAPIA GENICA

La ciencia ha tenido un avance vertiginoso en los últimos tiempos, a continuación te presentamos una nueva luz en el combate de enfermedades.

La terapia genética es la técnica que permite la localización exacta los posibles genes defectuosos de los cromosomas y su sustitución por otros correctos, con el fin de curar las llamadas «enfermedades genéticas», entre las que se encuentran muchos tipos de cáncer.

El desarrollo de la terapia genética se ha apoyado en los avances científicos experimentados por determinadas ramas de la biología, como la genética, la biología molecular, la virología o la bioquímica. El resultado es una técnica que permite la curación de casi cualquier patología de carácter genético.

En el desarrollo de dicha terapia hay que tener en cuenta diversos factores. Por un lado, es necesario saber cuál es "tejido diana", es decir, el que va a recibir la terapia. En segundo lugar, conocer si es posible tratar in situ el tejido afectado. Igualmente importante resulta determinar el que facilita el traspaso de un gen exógeno a la célula, es decir, qué vector se ha elegir para el desarrollo del nuevo material genético que posteriormente se introduce el tejido. Finalmente, es preciso estudiar al máximo la eficacia del gen nuevo y saber que respuesta tendrá el órgano o tejido «hospedador», con la entrada del gen modificado.

La finalidad principal de los estudios sobre terapia génica en el ámbito de la medicina es conseguir los mejores resultados tanto en prevención como en investigación, diagnóstico y terapia de las enfermedades hereditarias; sin embargo, esta manipulación del material genético puede ser utilizada en ingeniería genética, con el fin de mejorar determinadas características de los seres vivos. 

En la instrucción Donum Vitae se dice "no todo lo técnicamente posible es éticamente admisible" , con base en esto:

¿QUE CRITERIOS SE DEBEN USAR PARA DECIR QUE LA TERAPIA GENICA ES ETICAMENTE CORRECTA O INCORRECTA?

¿SI SE LOGRA MANIPULAR EL MAPA GENETICO ES ETICO QUE  LAS MANIPULACIONES BUSQUEN ESTABLECER CARACTERISTICAS GENETICAS EN LOS EMBRIONES HUMANOS?

¿EN CASO QUE SE USE LA TERAPIA GENICA PARA CURAR UNA MALFORMACION O ENFERMEDAD EN EL EMBRION, HASTA QUE PUNTO ES ETICO INTERVENIR SIN ARRIESGAR LA INTEGRIDAD DEL SER HUMANO TRATADO?

¿Qué significa una muerte digna?

Toda persona tiene derecho a una muerte humana. La muerte es el último acontecimiento importante de la vida, y nadie puede privar de él al hombre, sino más bien debe ayudarle en dicho momento. Esto significa, ante todo, aliviar los sufrimientos del enfermo, eventualmente incluso con el suministro de analgésicos, de forma que pueda superar humanamente la última fase de su vida. Ello significa que es necesario darle la mejor asistencia posible. Y esta no consiste solamente en los cuidados médicos sino, sobre todo, en prestar atención a los aspectos humanos de la asistencia, a fin de crear en torno al moribundo una atmósfera de confianza y de calor humano en los que él sienta el reconocimiento y la alta consideración hacia su humana existencia.

Forma parte de esta asistencia también el que al enfermo no se le deje solo en su necesidad espiritual. Justamente en el momento de la muerte resulta más urgente la necesidad de encontrar una respuesta al problema del origen y del fin de la vida, ya que son estos los últimos problemas religiosos que no se pueden eliminar ni rechazar. En tales momentos, la fe constituye una ayuda eficaz para resistir y hasta para superar el temor a la muerte, ya que da al moribundo una sólida esperanza. La fe da también un sentido al sufrimiento – que nos parece incomprensible porque el sufrir mismo es la participación en el sufrimiento de Cristo .

El derecho a una muerte humana no debe significar, sin embargo, que se busquen todos los medios a disposición de la medicina, si con ellos se obtiene como único resultado el de retrasar artificialmente la muerte. Esto se refiere al caso en el qué por una intervención de carácter médico, una operación, por ejemplo, la vida se prolonga realmente poco y con duros sufrimientos, hasta tal punto que el enfermo, en breve período de la propia vida, se encuentre sometido, a pesar de la operación o justamente como resultado de la misma, a graves trastornos físicos o psicológicos. En semejante situación, una decisión eventual del enfermo de no someterse a la operación debe ser respetada bajo el punto de vista moral.

Existen hoy, además, posibilidades técnicas de la medicina que nos sitúan ante problemas nuevos. ¿Podemos justificar ante nuestra conciencia moral el uso prolongado de un pulmón artificial, por ejemplo, para mantener con vida a un paciente? Desde el momento en que se pueda vislumbrar que, con este tratamiento, el enfermo grave puede curar de nuevo, es nuestro deber utilizar semejantes medios, y es cometido de un Estado de carácter social obrar de suerte que aparatos y medios, incluso costosos, sean puestos a disposición de los que los necesitan.

Pero es distinto el caso en el que eliminada toda esperanza de mejoría, el empleo de particulares técnicas médicas no sirve para otra cosa sino para retrasar la muerte a costa de ulteriores sufrimientos. Si el paciente, sus parientes y el médico, tras haber sopesado todas las circunstancias, renuncian al empleo de medicinas y de medidas excepcionales, no se les puede imputar el atribuirse un derecho ilícito a disponer de la vida humana. Para el médico, esto presupone naturalmente, el consentimiento del paciente y cuado este ya no sea posible, el de un pariente suyo. En tal caso, se respeta el derecho de que la vida termina con la muerte, que Dios ha puesto como límite de aquella.

La muerte de Eluana, un fracaso colectivo

Italia vivió un debate intenso en los primeros días de febrero de 2009. Eluana Englaro, una mujer en coma desde 1992, fue trasladada en la madrugada del 3 de febrero, desde una clínica de Lecco, en donde había sido cuidada durante años por dos religiosas, a otra clínica en Údine, donde quince voluntarios iban a trabajar para provocarle la muerte.

Después de tres días sin hidratación y sin nutrición, la noche del 9 de febrero de 2009, Eluana murió. Con su muerte, toda la sociedad italiana recibió una herida profunda.

Porque la muerte de Eluana fue, en cierto modo, un fracaso colectivo. Fracaso de una familia, especialmente del padre de Eluana, Beppino, que no supo dar sentido al sufrimiento de un ser humano, que no se sentía capaz de ver a su hija en ese estado, y que se lanzó a una campaña casi obsesiva para provocar su muerte.

Fracaso de la verdad, porque, según informó a Zenit un amigo de la familia Englaro, el padre de Eluana mintió a los jueces al decirles que Eluana había declarado no querer vivir conectada a aparatos. Y porque no pocos medios de comunicación han falseado datos, han confundido a la gente, han hecho pensar que hidratar y nutrir a un enfermo en coma es algo extraordinario, cuando se trata de lo mínimo que puede ofrecerse a cualquier ser humano enfermo.

Fracaso de la justicia, porque algunos jueces, llamados a defender los derechos humanos, dieron la razón a Beppino Englaro y aprobaron un protocolo “riguroso” para provocar la muerte de una persona minusválida.

Fracaso de la Iglesia y de las religiones, que buscaron mil maneras para que Eluana no fuese suprimida y para que su dignidad fuese respetada, pero que no consiguieron el resultado que muchos esperaban: salvar la vida de una inocente.

Fracaso de la sociedad entera, porque un grupo político minúsculo pero muy influyente, conocido por haber apoyado primero el aborto y ahora la eutanasia, supo aprovechar el caso Eluana para promover sus intereses y adjudicarse una nueva “victoria” a su favor. Y porque el respeto al enfermo, al débil, parece haber quedado en manos de los grupos pro vida, de la Iglesia y de otras personas de buena voluntad, cuando en realidad la tutela de los débiles no es ni debe ser nunca monopolio de algunos grupos: es uno de los valores básicos de todo estado de derecho, un valor “laico” fundamental y que todos deben compartir, sin distinción de partidos políticos o de creencias personales.

Fracaso de la política, porque el gobierno italiano puso en marcha una estrategia de emergencia para salvar a Eluana, y se topó con el veto del presidente de la República y con las normas y reglamentos que le impidieron actuar en contra de la “sentencia de muerte” aprobada por los tribunales.

Fracaso de la medicina, porque en un país como Italia, donde las carencias en los hospitales son penosas y donde la asistencia a los enfermos resulta muy precaria, aparecen de la nada quince “voluntarios” con tiempo y con energías para provocar la muerte, cuando su vocación sanitaria era precisamente la de servir a los enfermos.

Italia vivió unos momentos de gran intensidad emotiva. Nadie se puede declarar vencedor cuando el “triunfo” consiste en la muerte de una mujer inválida e indefensa.

Momentos como estos son una ocasión para reflexionar, para pensar, para tomar medidas valientes que impidan que situaciones como ésta puedan repetirse. Están en juego no sólo los principios básicos que garantizan la convivencia de un pueblo, sino vidas concretas (cientos y cientos de personas que viven en estado vegetativo persistente) que esperan respeto, cariño, un poco de agua y de comida en un mundo que es hermoso cuando sabemos dar un sentido al sufrimiento humano.



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