miércoles, 14 de marzo de 2012

FORO

El SIDA en la actualidad, se ha convertido en una enfermedad muy común en nuestro entorno. Lamentablemente y a pesar de todos los avances técnicos y científicos no se ha logrado descubrir una cura, nosotros católicos estamos llamados a acoger con caridad a los portadores de estas enfermedades, pues una persona no vale por su salud, ni por lo que tenga, sino por el simple hecho de ser persona:

es nuestro deber abrirles la puerta en la sociedad, pues su dignidad de ser humano no se ve afectada, teniendo en cuenta que la vida es un don, y que tener hijos no es un derecho sino un don de Dios para los esposos ter invitamos a responder esta pregunta:

¿UN MATRIMONIO SELODISCORDANTE DEBE RENUNCIAR A FORMAR UNA FAMILIA?


¿SE VUELVE LICITO EL USO DE MÉTODOS DE ANTICONCEPCION PARA PROTEGER UNA VIDA DEL VIRUS DEL VIH?


¿PODRÍA UN MATRIMONIO SELODISCORDANTE ACUDIR A UN MÉTODO DE REPRODUCCIÓN ARTIFICIAL HETERÓLOGO PARA EVITAR RIESGO DE CONTAGIO DEL FUTURO BEBE?

Los enfermos de SIDA son Cristo que sufre

Debemos tener la máxima preocupación con los enfermos de SIDA. Son Cristo sufriente. Por la fe, pueden unir sus dolores a los de Cristo y participar así del valor salvífico de la pasión del Señor (Cfr. Col. 1,4). Son personas humanas a las que se les debe todo respeto por su dignidad inviolable, y más cuando se encuentran en un estado en el que exigen toda nuestra atención. Tenemos que hacer la opción preferencial por los pobres, y de estos enfermos podemos decir que son los más pobres de entre los pobres, pues sus carencias no son sólo en el aspecto económico, sino en la misma vida. 

La parábola del Buen Samaritano nos da la pauta de conducta con estos prójimos que son los que más sufren (Cfr. Lc 10, 30 yss); también nuestro Señor nos dice que el juicio final nos juzgará por el cuidado que hayamos tenido con los más pequeños y necesitados, que en esta situación son estos enfermos (Cfr. Mt 25,3146); no podemos pasar de largo frente a su postración; nuestra compasión, por otra parte, no debe quedarse sólo en este nivel, sino debe buscar la manera de ayudarlos eficazmente.

Los médicos y enfermeras y otros profesionales similares, tienen mucho de "buen samaritano"; el apoyo que les demos compartirá este noble oficio. Los sacerdotes debemos tener conciencia de que estos enfermos necesitan una palabra de auténtico consuelo que dándoles sentido a sus vidas que están consumiéndose. Sabemos que algunas de las víctimas de esta enfermedad provienen de relaciones sexuales ilícitas; pero no se descarta de ninguna manera que otras sean víctimas por causas que no revisten ninguna maldad moral, vgr. una transfusión de sangre infectada o el uso inadecuado de una jeringa, etc. Nosotros no estamos aquí para juzgar a éste o a aquel enfermo, esto es de Dios, de nosotros es el de socorrerlos lo mejor que podamos.